miércoles, 11 de junio de 2008


viernes, 6 de junio de 2008

¿QUE PODEMOS HACER?

 

Un, dos, tres, cuatro.... mientras que lees estos cuatro segundos un niño ha muerto de hambre. ¿No te hace pensar que algo no va bien?

ESTE TAMBIEN ES NUESTRO MUNDO

Alrededor de 24.000 personas mueren cada día de hambre o de causas relacionadas con el hambre. 

Un 75% de los fallecidos son niños menores de cinco años.

Hoy en día, un 10% de los niños de los países en desarrollo mueren antes de cumplir cinco años.

La mayoría de las muertes por hambre se deben a desnutrición crónica. La hambruna y las guerras son causantes también de este mal.

Además de la muerte, la desnutrición crónica también causa discapacidades visuales, desgano, crecimiento deficiente y una susceptibilidad mucho mayor a padecer enfermedades. Las personas con desnutrición grave son incapaces de funcionar siquiera a un nivel básico.

Se estima que unos 800 millones de personas en el mundo sufren de hambre y desnutrición, una cantidad 100 veces mayor que el número de personas que mueren por esta causa al año.

A menudo sólo se necesitan unos pocos y sencillos recursos para que la gente pobre pueda cultivar los alimentos necesarios para volverse autosuficiente. Estos recursos incluyen semillas de calidad, herramientas adecuadas y acceso al agua.

INFORME OXMAN CAUSAS DEL HAMBRE.

¿NOS PODEMOS QUEJAR?

domingo, 20 de enero de 2008

LA IGLESIA CATOLICA Y LA PENA DE MUERTE

Cierto es que aparentemente, por lo que luego diré, la iglesia católica se muestra en contra de la pena de muerte, así lo debería estar si atendemos a que se erige como la mayor defensora del derecho a la vida. Ahora bien, ¿es ello cierto? ¿podría hacer algo más?.

No creo conveniente que se centre la discusión, como muchas veces ocurre, en el pasado de la iglesia católica. El pasado es el que es, y contra éste nada se puede hacer. Cierto es que en determinados momentos se constituyó la propia iglesia como aparato asesino (inquisición), pero ello, obviamente, no puede condicionar nuestra postura contra la misma. Máxime cuando, aunque no lo queramos, la iglesia católica sigue teniendo una grandísima influencia en nuestros días, y, como tal, puede influenciar en el contenido de los ordenamientos jurídicos que amparan el asesinato estatal.

Con motivo de la nueva edición del Catecismo, publicado en 1992 (impulsado por el papa Juan Pablo II, su redacción corrió a cargo de una comisión encabezada por el entonces cardenal Joseph Ratzinger), no se introdujo una condena tajante de la pena de muerte (como desde algunos sectores católicos se esperaba). El nuevo Catecismo contemplaba la aplicación de la pena de muerte "en casos de extrema gravedad". La revisión del Catecismo efectuada cinco años más tarde, en 1997, dejó el texto de la forma siguiente:

"La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si ésta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas. Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana."
Catecismo, nº 2267

Juan Pablo II, en su encíclica Evangelium Vitae (1995), había matizado anteriormente:

"(...) sin que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo salvo en casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo. Hoy, sin embargo, gracias a la organización cada vez más adecuada de la institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir prácticamente inexistentes."

Ambas menciones recuerdan a la inquisición. Baste recordar las palabras que pone Papini en boca de Torquemada: "Cuando el escándalo está en el pensamiento, esto es , en la cabeza, , no hay otro remedio para el escándalo que la muerte ; tremenda necesidad, pero necesidad".

La condena unilateral, hasta el momento, sigue sin producirse.  En la medida en que se mantiene el argumento de la opción de la pena de muerte en casos hipotéticos, la interpretación del límite entre unos y otros casos queda abierta, y la posibilidad del uso y el abuso de la pena capital se convierte en una opción real y legal dentro de los ordenamientos jurídicos que todavía la contemplan. Así ello sirve de evidente justificación a países supuestamente 'democrácticos' en los que la religión tiene una clara influencia en el contenido de sus leyes (principalmente, EEUU)

En otro orden de cosas, durante el siglo XX una de las grandes paradojas es el apoyo de algunas jerarquías de la Iglesia a las dictaduras de Franco primero y sudamericanas posteriormente, responsables de miles de sentencias de muerte, a menudo dictadas sin ninguna garantía judicial, simplemente como método de eliminación de opositores y desafectos, o como simple venganza. Mientras que al mismo tiempo, en estos mismos países, sobre todo sacerdotes y militantes de bases cristianos se oponían tanto a las dictaduras como a sus múltiples ejecuciones, siendo en ocasiones ellos mismos ejecutados (a menudo extrajudicialmente) por este motivo.

Por todo ello, claramente la iglesia se erige en corresponsable de dichas muertes injustas, en cuanto contraviene el claro mandato que debe dirigir todo pensamiento cristiano, cual es el respeto ilimitado a la 'dignidad humana', y, como tal, el derecho a la vida que asiste a todo ser humano por el mero hecho de serlo. La iglesia, como principal obligada a su defensa por mor de la fundamentación del cristianismo, debe mostrarse intransigente con cualquier violación que se produzca al derecho a la vida, y, sin duda, sus titubeos la convierten en corresponsable del asesinato estatal.